Viajes y Cruceros
                              

Copyright 2010 viajaratope.com. All rights reserved.. Atencion Comercial: depcomercial@viajaratope.com  Contacto Medios de Prensa  prensa@viajaratope.com


DISCO ISLAND


Rumbo a la Isla Disko (Qeqertarsuaq, "gran isla" en Groenlandés) me preguntaba si el máximo nivel de emoción de este viaje ya se había alcanzado, Groenlandia aún nos tenía reservadas algunas sorpresas.

Localizada en aguas de la bahía de Baffin, frente a la costa occidental de Groenlandia, a una latitud de 70° Norte, y al norte de la bahía Disko, es una gran isla costera de 8.600 kilómetros cuadrados, por lo que es la más grande de Groenlandia. El puerto, Qeqertarsuaq, fue fundado en 1.773, y alberga a unas 900 personas, su fundador,  el ballenero Svend Sandgreen, inició una actividad que ha tenido gran importancia en el pueblo durante los dos últimos siglos y cazar y pescar siguen siendo las principales ocupaciones de los habitantes de la isla.

El pequeño asentamiento de Kangerluk, a unas pocas horas con barco hacia el noroeste y con sólo unos 50 habitantes, es el lugar -me comentaba un biólogo que nos acompañaba en el barco- donde los investigadores encontraron un glaciar "galopante" en 1.999 que se mueve hasta 100 metros al día. De hasta 6.000 años de antigüedad han sido localizados asentamientos en la zona.

Son varias las opciones que nos brinda Qeqertarsuaq, desde la visita al museo de la ciudad, pasear en trineo hacia el Glaciar de Lyngmark, de 10 Km. de largo, relativamente cerca del puerto (la nieve es perpetua, por lo que incluso en verano los trineos circulan en esta zona), hacer senderismo en dirección al "Lago Grande", de 4 Km. de largo, e incluso pescar en sus aguas. Desde algunos puntos elevados no solo obtenemos una magnífica vista de la bahía sino que muy a lo lejos divisamos los inmensos icebergs de Ilulissat.

La comunidad científica posee un punto de referencia importante en este lugar: la Estación de Investigación del Ártico que fue fundada por el famoso botánico Morten Porsild, de origen danés. Desde 1.953 se encuentra bajo la tutela de la universidad de Copenhague.

El puerto nos recibiría con una ligera lluvia y unas preciosas nubes bajas que acariciaban el techo de las coloridas casas sin atreverse a descender. Un recorrido por este asentamiento no lleva más de una hora, algunas casas presentaban enormes letreros con nombres de pila daneses, todos de similar tipografía negra sobre fondo blanco. La única explicación que le encuentro es facilitar la localización de la cada casa cuando quedan cubiertas bajo los espesos mantos de nieve invernal.

A las afueras nos deparaba una primera sorpresa. Hasta ese momento no habíamos reparado en el hecho de la ausencia de playas y sin esperarlo nos encontramos paseando por una orilla, pisando arena, oyendo el familiar sonido del suave romper de las olas. Los que vivimos, hemos nacido y crecido, junto a una playa sabemos que no hay sensación más parecida a sentirse en casa que sentarse sobre la arena y perder la mirada en la línea que separa el mar del cielo. Pero esta playa era de otro planeta. A pocos metros del rompiente de las olas, varados sobre la arena como extrañas y gigantescas medusas, grandes trozos de hielo desperdigados por todo el litoral. Sobre la erizada superficie del mar, a modo de fantasmal flota, icebergs que presentaban mayor tamaño cuanto más alejados de la costa. Puede que hace millones de años, sin que lo presenciasen ojos humanos, algún fiordo glacial de la costa de Groenlandia se enamorase de alguna playa malagueña: estábamos paseando sobre el fruto de esa unión.

La segunda de las sorpresas de ese día fue tan grande como la protagonista de la misma: una ballena. Hasta entonces no habíamos tenido la suerte de avistar ninguna. Recortándose ante un iceberg, de forma inesperada, surgió el lomo de una ballena y durante unos minutos nos regaló con varias apariciones. La emoción se apoderó de nosotros y también cierto histerismo al ver que al final de la playa se erigía un elevado acantilado y justo era hacia allí hacia donde se dirigía. No había tiempo de pararse a pensar cual sería el camino idóneo para llegar a aquella posición. Fuimos a la desbandada. Zonas anegadas, piedras resbaladizas bajo la lluvia, pero sobre todo, una frase que se repetía a modo de mantra: "se ha ido, la hemos perdido".

Además de evitar un resbalón, subir al promontorio se complicaba por una tela de araña de cables de acero, una especie de inmensa radio antena a poco más de un metro del suelo. Un poco de bajada hasta situarse en un cortado que a plomo se elevaba a unos quince metros sobre el mar y se produjo el milagro: inesperadamente apareció. Inmensa, majestuosa, sublime, hermosa, moviéndose elegantemente sobre la superficie. El surtidor de agua de su respiración era tan fuerte como el estruendo que producía el aire expulsado. Tras reponernos de la impresión pudimos ver que no estaba sola: le acompañaba su cría. Aquello fue inenarrable.

A regresar al puerto, reparamos que el arco de entrada al embarcadero no eran sino dos costillas de ballena de unos ocho metros cada una apoyadas entre sí. La base alcanzaba el metro de grosor. Allí una simpática madre Inuit junto con su pequeño nos miraba con curiosidad mientras subíamos a la lancha que nos llevaría al barco. Rememoré al verla la imagen de "mamá" ballena cuidando de su ballenato.

EL FUTURO ECONOMICO

Lamento en este punto no terminar el relato sobre la Isla Disko con el feliz encuentro de las ballenas, pero la preocupación de los habitantes de estos lugares por su futuro es, lógicamente, más prosaica. Así quedaba simbolizado con la imagen de un señor que, alarmado con nuestros gritos de "una ballena", asomaba a la ventana de su casita de madera junto a la playa para, después de comprobar el motivo de tanta algarabía, mirarnos con cierto desden y desaparecer tras volver a cerrar su privilegiado mirador.

Supongo que hace relativamente poco tiempo la imagen de una ballena cazada, izada con tremenda dificultad a puerto, era lo que realmente les emocionaría. Y pese a lo que me cuesta imaginar muerto a un animal tan sublime no seré yo quien desapruebe este modo de ganarse el pan por parte de una comunidad humana a la que pocos recursos su hostil hábitat le brindaba.

Se han cumplido ya los 25 años de la moratoria de la caza de la ballena y en la reunión de Junio de este año los 88 países que integran la Comisión Ballenera Internacional no ha alcanzado un acuerdo final. Recordemos que Japón, Noruega e Islandia, mientras tanto, se ha puesto las botas en todo estos años. Así son las cosas. Los Inuits cazaban una de tarde en tarde para comer, esto no suponía daño alguno a la supervivencia de esta especie, pero han respetado el acuerdo. Los balleneros japoneses en un mes capturan lo que en cualquiera de estas comunidades no se cazó en toda su historia. Por el momento si pueden cazar focas, y quizás recen para que a ninguna estrella de Hollywood, luego de visitar un acuario con sus hijitos, se le ocurra montar una campaña internacional sobre esta caza…¿o ya las ha habido? . Prefiero no saberlo.

Pero ahora le toca el turno al petróleo. Las desgracias no vienen solas, y posiblemente, lo que en cualquier lugar del mundo (recordemos las recientes prospecciones en Noruega) es motivo de gozo, y a nadie se le ocurre ir allí con lanchas neumáticas y banderas multicolores a boicotear las extracciones, en Groenlandia se ha convertido en "preocupación".

Pues sí, los cimientos de la futura economía de Groenlandia se encuentran más allá de la isla Disko, casi en el horizonte del espectacular caladero de Mathæussen: allí es donde está el petróleo. Actualmente, el mar frente al tramo central de la costa occidental suele mantenerse libre de hielo durante casi la mitad del año, un mes más que hace 25 años. Ante la mayor facilidad para trabajar en aguas de Groenlandia, las compañías petroleras han adquirido licencias de exploración. Con suerte, quizá empiecen a producir dentro de diez años. Existen unas previsiones impresionantes para el noroeste y el nordeste de Groenlandia: 50.000 millones de barriles de petróleo y gas. Con el precio del crudo a más de 80 dólares el barril, esas reservas valdrían más de cuatro billones de dólares, una riqueza inesperada que podría financiar la independencia del país.

No todos celebran este nuevo negocio, muchos piensan que el petróleo perjudicará su estilo de vida, el petróleo plantea un gran dilema, necesitan una economía más fuerte y tienen que aprovechar las oportunidades que el petróleo les pueda brindar. Los ecologistas de todo el mundo les aconsejan que no exploten las reservas petrolíferas; pero en estos momentos los ingresos de la pesca están en pleno descenso, y no tienen otro recurso tan prometedor como el petróleo. Por cierto, me gustaría ver a algunos mediáticos activistas viviendo el largo y duro invierno ártico con el único sustento de la escasa pesca.

Fotos cedidas amablemente por Manuel Medina
Viajaratope.Com
Groenlandia - DiscoIsland