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Reportaje -El Bierzo hace parada y fonda en Rincón Asturiano
24 de marzo de 2013 - Manuel Medina | Arroyo de la Miel –Benalmádena–































Las veladas de cata y maridaje que de forma periódica lleva a cabo el prestigioso restaurante Rincón Asturiano han hecho parada y fonda en el Bierzo. Y de Bierzo hablaremos, pues los amantes del vino que tuvimos el placer de disfrutar de estos caldos durante la agradable cena maridada, fundamentalmente tuvimos también la ocasión de conocer las características de tan privilegiada –y aún muy poco conocida– región vitivinícola.

Manrique Busto, consagrado anfitrión y propietario de Rincón Asturiano, a la limón con Antonio García, en representación de Bodega del Abad, proporcionaron a los asistentes, de forma muy rigurosa a la par que amena, los conocimientos precisos y necesarios para disfrutar en toda su magnitud del evento gastronómico. Como viene siendo habitual, el Chef Miguel González se ocupó de dirigir la elaboración de unos platos que fueron muy celebrados. Uno de los alicientes que posee Rincón Asturiano es que la cocina se muestra a la vista de los asistentes, y llega a convertirse en algunos momentos, en todo un espectáculo de maestría entre fogones. Un equipo de cocina cuya coordinación y pericia no es sino el resultado de contar con los mejores profesionales en cada una de las tareas a desempeñar. El trabajo de sala, nexo de unión entre la cocina y los comensales, parecía labor engranada por un experto relojero.

Y llegados a este punto pido licencia para apartarme del asunto a tratar –enogastronomía– y rescatar de mi memoria un recuerdo que a volapié me acaba de visitar en lo que escribo estas líneas. Hace aproximadamente dos décadas disfruté de una larga estancia en un lugar llamado Casa Talán, una antigua casa solariega del siglo XVII situada a sólo un kilómetro de la capital del concejo de Santa Eulalia, en la comarca de Los Oscos, en Asturias. Conocida también como la casa de los Lombardero, por sus antiguos propietarios, esta construcción dio cobijo durante muchos años a un célebre inquilino: D. Juan Antonio Fernández Lombardero, considerado un genio por sus trabajos de relojería. Ignoro si Manrique Busto comparte conmigo esta pasión por la relojería, ignoro también si es parte del carácter asturiano esta tendencia a lo preciso, a cuidar de que todo encaje y fluya, pero de lo que no tengo duda es que de relojería y orfebrería se pudiera catalogar su trabajo en la restauración. 

Hablar de Bierzo es hablar de uva tinta Mencía, y de Godello, la variedad blanca. Son muchos los artículos que he dedicado en los últimos años a las bodegas del Bierzo, a sus uvas, a sus suelos, a sus elaboraciones… Unos vinos que se pueden resumir en una corta frase: “Bierzo en estado puro”. Porque es el Bierzo lo que se despliega en todo su esplendor ante nuestros ojos, ante nuestra nariz, estallando finalmente en nuestra boca, cuando descorchamos una botella de vino berciano. Región montañosa por la que discurre la Ruta Jacobea, el Bierzo es ideal para el cultivo del viñedo y en especial para la Mencía, cepa que ha seducido a los mejores enólogos hasta el punto, que es ya considerada como una de las joyas varietales españolas, y que pudo ser una de las primeras cepas de uva introducidas en la península ibérica. La Mencía encierra un enorme potencial y es reto para sus bodegas sacar todas sus posibilidades para hacer grandes vinos.

Pero nuevamente licencia solicito para, no ya apartarme del asunto, todo lo contrario, sino para tratarlo al margen de los cánones de la enología, pues es una relación la que con esta tierra mantengo que no se puede explicar si no es desde las emociones y desde los sentimientos, y no soy el único. Hace muchos años que la uva Mencía me tomó de la mano y me mostró cuan cerca estamos del paraíso en esta comarca llamada El Bierzo.

Recuerdo como en una ocasión, en un prestigioso restaurante de Ponferrada –capital del Bierzo–, un solitario señor que en una mesa contigua daba cuenta de un botillo –típico plato de esos lares–, de forma repentina comenzó a cantar –y no lo hacía nada mal– en un casi ininteligible castellano con un acento que me recordó los himnos de la 5ªBrigada que coreaban las tropas Internacionales en la contienda civil. La botella de vino –Mencía, naturalmente– que le acompañaba sólo había entregado una, o a lo sumo, dos copas a su eventual y pintoresco acompañante. Un hombre de tez rojiza, mediana edad, enjuto bigote pelirrojo e impecable indumentaria. No era la embriaguez la explicación de su repentino júbilo. Procedía de Boston, Massachusetts, una de las ciudades más antiguas de los Estados Unidos, como luego me explicó. Era compositor y director de orquesta en esa ciudad. Y la frase que pronunció, al verse sorprendido por mi curiosa mirada ante su arranque cantarín, y en un intento de justificar su euforia, –apartando su mirada de la mía–, dirigiéndola a su plato y finalmente a su copa que levantó de forma ceremoniosa, fue en un castellano ahora casi perfecto, la siguiente “Esto no es una tierra, esto no es un alimento, y lo que esta copa encierra no es un vino, porque todo, todo esto –recalcó en lo que paseaba su mirada por toda la estancia– es realmente un milagro”.

Manrique Busto día tras día abre las puertas de un restaurante en el que se ofician muchos y variados momentos de plenitud. Confío en que si un día hace parada y fonda un solitario señor pelirrojo y enjuto, y de forma sorpresiva entona un canto con un ligero acento americano, sepa disculparle y, acto seguido, le sirva una copa de Bodega del Abad. Pues no sólo en el Bierzo se obran milagros.   
Rincón Asturiano
Plaza de la Iglesia, Arroyo de la Miel –Benalmádena–
www.rinconasturiano.com
info@rinconasturiano.com
Telf.: 952567628



©Manuel Medina
Escritor y Viajero


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