Reportaje - De Vinos y Fraternidad
21 de mayo 2013 - Manuel Medina | Arroyo de la Miel –Benalmádena–
Libertad, igualdad, fraternidad. El conocido trinomio masónico. Los vértices de un triangulo. De él nos centramos en el de la fraternidad, que dentro de la estructura del pensamiento de la masonería, se establece como la relación entre sus miembros, como núcleo y ejemplo de la que debería existir entre todos los hombres. El mundo del vino tuvo cabida también en estas organizaciones desde sus orígenes.
En los textos masónicos la fraternidad entre los individuos establecía sus lazos únicamente entre los que se sienten hermanos, hijos de un mismo padre –pero no en el sentido etimológico sino interpretando al padre como el principio universal de la vida o ser supremo–, y de una misma madre, la naturaleza, que a todos igualmente nos ha producido, nos sostiene y nos alimenta. Con ese reconocimiento, la fraternidad se hace efectiva, y según se generalice, llegará a extenderse sobre la tierra y ser, como debería y como debe, la relación normal entre todos los hombres y los pueblos.
El vino ha sido considerado alimento sagrado en muchas culturas, creencias y religiones. No es preciso argumentar esta afirmación pues así sigue siendo. Esta antigua santidad forma también trinomio junto al pan y el aceite. Es la triada de los alimentos sagrados en todas las religiones derivadas del judaísmo, y por supuesto, el cristianismo los recoge. El vino participó siempre en los rituales masónicos –sobre todo en la Edad Media– formando parte de las ceremonias de “retejeo”, en las que un maestro cantero que visitaba una logia ajena, debía cumplimentar un largo y complejo ceremonial mediante el cual pudiese demostrar su obediencia al gremio.
La citada liturgia fue minuciosamente descrita en el libro de Eugéne Weiss, “Annales Maçoniques Universelles”, y consistía en comer de una determinada forma un plato con esquinas de pan y beber los correspondientes vasos de vino mientras de forma ritual se contestaba a las preguntas de los maestros de la logia visitada.
Simbólicamente el vino representaba la sangre de la tierra, el proceso de “metempsicosis” por antonomasia, el proceso alquímico más natural que pueda existir, ya que sin apenas intervención humana la fruta de la vid, las uvas, mueren al ser pisadas para hacerse mosto, luego se pudren en el proceso de fermentación y resucitan transformadas en brillante y embriagador vino al cabo de unos días.
En la última de las catas maridadas que Restaurante Rincón Asturiano viene desarrollando, y que fue dedicada a Bodegas y Viñedos Linaje Garsea, la palabra Fraternidad, tanto en su acepción masónica descrita, como en su sentido etimológico, tuvo cabida y presencia. Ángel García –maestro enólogo que no cantero–, propietario de la bodega y visitante de la “logia” que Manrique Busto regenta, respondió de forma ritual a la par que elocuente a las preguntas por éste formuladas. La liturgia estaba servida y nunca mejor dicho, pues lo platos que iban siendo degustados fueron uno a uno acompañados de sendos vinos de esta bodega, que de forma “fraternal” se unían a ellos.
De fraternidad sabe sin duda Ángel García, pues pertenece a una familia de siete hermanos que produce uno de los vinos mejor elaborados y más tradicionales de la Ribera del Duero. Nos contagió su entusiasmo en lo que sus vinos conquistaban nuestros paladares y como no, nuestros espíritus. Los asistentes disfrutaron no sólo de la gastronomía sino de esa interrelación que el vino establece entre los que en torno a él se reúnen. Javier Martínez de Ubago, Jefe de ventas de “Picking Málaga”, distribuidora de esta bodega, así como Marta González, del departamento comercial, poseen en su cartera de productos más que una joya, todo un elixir, el que Linaje Garsea arranca de la tierra para introducir en botellas que obren el milagro: ser compartidas de forma fraternal por los que en torno a ellas se reúnan.
Rincón Asturiano
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©Manuel Medina
Escritor y Viajero
