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Reflexiones sobre el riesgo de atentados en la industria de los cruceros
Armin Menéndez Arango I Marzo2015































Foto: Aquille Lauro, cuyo secuestro supuso el inicio de la creación del convenio SOLAS


La semana pasada la noticia sobre el atentado cometido en Túnez sacudió tristemente a la comunidad internacional y más concretamente al sector del crucero. Las nuevas iniciativas en desarrollo entre la Europol y la CLIA muestran unos bocetos que pretenden aumentar las medidas de seguridad en las acciones de embarque y desembarque de pasajeros, así como contra la posible utilización de los cruceros como medio de transporte para voluntarios del frente islámico que, según fuentes policiales, podría estar utilizando cruceros con destino a Turquía como medio anónimo para viajar a Siria.

Desde mi posición como profesional del sector de la seguridad, he desarrollado ponencias sobre los riesgos que supone para el crucerista la visita de destinos con elevado nivel de “peligrosidad” y, no sólo me refiero al riesgo de verse involucrado en actos terroristas en lugares conflictivos, sino también al riesgo biológico que puede suponer viajar sin la certeza de estar totalmente protegidos y con las medidas de seguridad necesarias para evitar contraer enfermedades endémicas de la zona que visitamos.

El caso de Túnez merece especial atención por la probabilidad de planificación de un atentado de tal magnitud y repercusión internacional. Para llevar a cabo un acto terrorista se necesita una planificación previa, una información eficaz y exacta, y, lo que es más importante, que el objetivo siga unas pautas determinadas. En el caso de los dos buques afectados por el atentado de Túnez se cumplieron las tres reglas, es decir, la información fue muy sencilla de conseguir, solo hacia falta tener a mano un catálogo de las navieras y encontrar la hora de llegada y desembarque de los pasajeros, además de las visitas que se iban a realizar. Una vez conseguidos estos datos sólo era cuestión de seleccionar el destino viendo cuál era el que reunia las mejores condiciones (oportunidad y repercusión internacional). En el caso de Túnez fue evidente, el Museo del Bardo, justo al lado del Parlamento, apenas tenía presencia policial, los objetivos eran turistas mayoritariamente occidentales y, por tanto, la repercusión internacional estaba asegurada.

Desde estas líneas me gustaría recordar a las navieras la necesidad de incrementar los protocolos de seguridad, no sólo a bordo, sino también en destino, especialmente cuando éstos entrañan un riesgo suficientemente evidente.

En mi nombre, y en nombre de mis colaboradores, nuestro más profundo pesar por las víctimas y nuestra condolencia a las familias de los fallecidos.


Armin Menéndez Arango
Director de Seguridad y Oficial de Protección para la Compañia Marítima







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