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Destino Lisboa I parte - Lisboa, tierra de palacios
Lunes, 09 de julio 2012
















La torre de Bélem, El Monasterio de los Jerónimos, el famoso tranvía 28, las cuestas y bajadas de sus siete colinas… Muchos piensan que ya lo han visto todo de la capital lusa al reconocer estos afamados lugares, pero Lisboa siempre encuentra el modo de sorprender al turista que vuelve a ella una y otra vez. Una ruta diferente a la que las típicas guías de viajes nos tienen acostumbrados, es la de los maravillosos palacios de los alrededores de la ciudad.

El distrito está repleto de majestuosidad, tanto dentro como fuera de la ciudad, y se rodea de numerosos palacetes. En algunos de ellos predomina la sobriedad, y otros representan el típico estilo manuelino: repletos de ornamentación vegetal y marinera.
En pleno centro de la capital, en el encantador barrio de Alfama, está el Palacio de Azurara, construido sobre el trazado de la  muralla de la ciudad y antigua residencia del vizconde de Azurara. En su interior se conservan perfectamente frisos de azulejos del siglo XVI y excelente mobiliario de la época. Asimismo, conserva un patio pavimentado de origen árabe  que es sin duda una de las dependencias con más encanto del inmueble.

En los alrededores inmediatos a Lisboa se encuentra el pequeño municipio de Mafra, donde se halla el famoso Palacio Convento que lleva el mismo nombre. La disposición del conjunto recuerda notablemente a la del monasterio de El Escorial. Fue tras la construcción de este edificio, cuando la población de Mafra alcanzó mayor importancia, y toda la actividad de la villa comienza a desarrollarse a la sombra de los muros del palacio, que inspiró al célebre escritor José Saramago en su novela Momorial do Convento.

En la parte más occidental del casco urbano de Lisboa está el barrio de Belém, donde encontramos el Palacio Nacional de Belém, residencia oficial del Presidente de la República.

Pese a su sencillez, el edificio, cuya construcción fue ordenada en el siglo XV, conjuga con armonía varios estilos arquitectónicos. Cuenta con amplísimos jardines, estatuas, grandes estanques, patios e impresionantes salones, como la Sala das Bicas, la Sala Azul o de los Embaixadores.

La mansión ha sufrido a lo largo de su historia varias intervenciones decorativas, al igual que ocurrió con su utilización. Con la proclamación de la República en el año 1.910, el presidente del gobierno provisional Teófilo Braga, luchó por la existencia de un palacio que imitara a la Casa Blanca estadounidense, siendo el primero en instalarse oficialmente en la vivienda Manuel de Arriaga en 1.912.

El esplendor de Sintra
A sólo unos pocos kilómetros de la capital portuguesa, se halla el Palacio Nacional de Sintra, una de las más hermosas villas pertenecientes al distrito de Lisboa. Esta estilosa edificación se encuentra en un mágico punto de unión entre la belleza natural y aquella que ha sido creada por el hombre.

La que fuera la residencia veraniega de los reyes de Portugal, se erige sobre una plataforma en una inclinada ladera. El palacio está integrado por una sucesión de construcciones superpuestas en diferentes planos. Las enormes chimeneas cónicas destacan sobre la totalidad del conjunto aportando personalidad al edificio.

Muy cerca de este inolvidable término nos topamos con la Quinta-Palacio da Regaleira. Con una atmósfera misteriosa, este conjunto palaciego de belleza sin igual y de herencia manuelina, gótica y románica, es otra de las paradas obligadas de esta histórica ruta.

Sus orígenes se remontan a principios del siglo XVII, aunque adquiere total esplendor y popularidad tres siglos después, bajo la propiedad de Manuel Carvalho Montero, un enamorado de la obra de Camoes que creó en este espacio un ambiente cargado de misticismo.

Sin salir de Sintra nos espera el Palacio da Pena, uno de los lugares más bellos de esta localidad. El espectacular edificio se erige sobre las altas cimas de la sierra. Construido en el siglo XIX por orden del rey Fernando de Sajonia, se levantó sobre las ruinas de un monasterio del siglo XV que a su vez había ocupado el lugar de una pequeña capilla dedicada a Nuestra Señora da Pena, y de ahí su nombre.

Rodeado de amplios jardines, el palacio está repleto de excentricidades arquitectónicas. Mezcla diversos estilos: gótico, manuelino, renacentista, islámico… y elementos de todas partes del mundo, dando un original resultado.

El fin del rococó, en Queluz
En la villa de Queluz, cercana a la ciudad de Lisboa, se encuentra el Palacio Nacional de este municipio. Se trata de una de las últimas edificaciones de estilo rococó que se construyeron en Europa. El palacio parece una especie de “caos arquitectónico” carente de cualquier seña de armonía, plagado en su interior de excentricidades.

Las obras comenzaron en el año 1.747 y al poco  tiempo el terrible terremoto que asoló la región obligó a posponer su construcción, debido a que el Marqués de Pombal destinó los medios y  mano de obra a la restauración de la capital.


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