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Editorial - Universo del Crucero (XIV) Puertos de Embarque
Martes, 13 de noviembre 2012  Manuel Medina
























Foto: Puerto de Málaga

Las navieras de cruceros han apostado desde hace algunos años por crecer en el mercado español, con más barcos y más nuevos, conscientes del potencial que tiene el litoral nacional. Y los números estaban respondiendo, pero la profunda crisis económica actual amenaza con detener este avance.

Si miramos atrás, y según los datos de Puertos del Estado, referentes al primer semestre de 2010, el volumen de pasajeros de cruceros en España se había incrementado el 12,74%, hasta 2,7 millones. Este dato no incluye los cruceros que se venden en España pero se realizan en otros destinos del mundo.

El número de barcos que han venido atracando en alguno de los puertos españoles ha crecido también con respecto a años anteriores, pero no más allá del 3%. Este crecimiento es menor porque las compañías apuestan cada vez más por embarcaciones de mayor tamaño y capacidad. Barcelona es el principal puerto de cruceros de España. La estrategia de las navieras ha sido incrementar capacidad en los barcos y precios asequibles, lo que ha situado los cruceros al alcance de un público mucho más amplio. Valencia también ha visto incrementado su tráfico de cruceros. Aparecen, además, en escena puerto tan poco usuales como el de Vigo o Cádiz.

Mención aparte merece el impresionante salto que Málaga ha realizado en el panorama del crucerismo. Málaga ha estado siempre vinculada al mar, resguardado por una bahía natural, el Puerto de Málaga se ha convertido en el segundo puerto de Cruceros Turísticos de la Península, siendo objeto de visita de las más importantes líneas de cruceros del mundo, todo ello gracias a la nueva terminal para cruceros. La integración definitiva del puerto en la ciudad, ha proporcionando a ésta y a su centro histórico, una fachada marítima de primer orden, dando un uso cultural y de ocio a los actuales muelles 1 y 2.

En relación a las operativas de embarque, a raíz del atentado de Nueva York (11 septiembre 2001) las medidas de seguridad para embarcar y desembarcar de los cruceros se han incrementado considerablemente. En la terminal, al presentar su billete, le entregarán una tarjeta magnética, que no sólo será la llave de su camarote, sino también su salvoconducto para entrar y salir del barco. Además  también le servirá para pagar sus gastos extras a bordo.

Antes de pisar el barco por primera vez, pasaremos dos o tres controles, uno de ellos con escáner, y en todos deberemos llevar a mano la tarjeta de embarque y el pasaporte. Hay compañías que en el momento del embarque hacen una fotografía de cada pasajero que queda almacenada en sus sistemas de seguridad y enlazada con el código de la tarjeta.

Una vez embarcado, nos acompañarán al camarote donde suele presentarse el que será el camarero o la camarera, que estará a nuestro servicio durante la travesía. Cualquier cosa que falte en el camarote bastará con pedírsela.

Al cabo de unas horas, nos avisarán por megafonía para participar en un simulacro de salvamento. Las leyes internacionales obligan a los buques a realizarlo durante las primeras 24 horas de navegación. También es verdad que, en ocasiones, la seriedad del simulacro se diluye ante el despliegue fotográfico que se monta para que cada pasajero tenga una instantánea de recuerdo con el salvavidas puesto, aunque tras el desastre del Costa Concordia se han revisado los procedimientos para incrementar la seguridad a bordo. En el simulacro aprenderemos donde están las salidas de emergencia y el camino más corto para llegar desde el camarote. En el armario hay chalecos para los ocupantes de la cabina. Si viajamos con niños, debe haber chalecos de su tamaño. Del equipaje, ni preocuparse: estará en la puerta de la cabina o en el interior en poco tiempo.


Manuel Medina
Escritor y Viajero


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