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JAKOBSHAVN (ILULISSAT)


La navegación hasta Ilulissat nos regaló por la "noche" (recordemos que la luz en esta época del año es permanente) una sinfonía de colores en el cielo, del rojo más intenso a los azules más luminosos. A esta altura del viaje encontré un magnífico remedio contra el insomnio: no dormir y una perfecta distracción: mirar por la ventana del camarote luchando contra una nueva variante del síndrome de Stendhal. 

Ilulissat (palabra groenlandesa que significa "icebergs"), fue fundada en el siglo XVIII (en 1.741) por Jacob Severin y con 250 habitantes fue el mayor asentamiento Inuit de Groenlandia. Kund Rasmussen es el personaje más famoso de la historia de la ciudad, explorador y experto antropólogo de la cultura Inuit. Recorrió entre 1.921 y 1.924 el paso del Noroeste, desde la Bahía de Baffin hasta el estrecho de Berling. Su casa se ha convertido en museo y alberga una colección de objetos relacionados con sus expediciones al polo norte. Cerca de Ilulisat se han encontrado restos de más de tres mil años de antigüedad, lo que confirma la tesis de que este inhóspito territorio era uno de los principales centros de las tribus inuit de los Saqqaq y los Dorset.

Actualmente posee 4.500 habitantes y casi el mismo número de perros de trineo. Está situada a 300 kilómetros al norte del círculo polar Ártico y ha sido declarada en el año 2.004 Patrimonio de la Humanidad. En sus aguas flotan icebergs de hasta 60 metros de altura y rozan el fondo del mar, 180 metros más abajo. Cada uno tiene su propia topografía de colinas, acantilados, cavernas y arroyos de bordes blancos y pulidos por los torrentes de agua de fusión. Todo ese hielo que flota en el fiordo helado de Ilulissat procede del Jakobshavn Isbræ, también llamado Sermeq Kujalleq, o "glaciar del sur", que drena el 7?% del casquete de hielo de Groenlandia y envía más icebergs al mar que cualquier otro glaciar del hemisferio Norte. (El iceberg que hundió el Titanic en 1.912 probablemente tenía allí su origen). Posee cinco kilómetros de anchura y es considerado como el glaciar más grande del mundo. En los últimos diez años, el Sermeq Kujalleq ha retrocedido más de 15 kilómetros fiordo arriba, y ahora es la principal atracción turística de Groenlandia para ver el calentamiento del planeta en acción. Aun así, el turismo no constituye una relevante fuente de ingresos, muy por detrás de la pesca; la temporada es muy breve, hay pocas plazas hoteleras y el viaje es caro.

La llegada, como en el resto de puertos salvo Nuuk, fue usando el tender atravesando todo un laberíntico enjambre de icebergs, y ahí comenzó la experiencia que sería, durante dos días, la más mística de todo el viaje y que tendría su culmen en el Sermeq Kujalleq. Al bajar a tierra, cruzando el precioso asentamiento de inuits, buscamos el camino hacia el glaciar. Sólo sabía que había que pasar por un supermercado (el único que había) y girar junto a una explanada que decían ser un campo de futbol. En poco más de quince minutos (incluyendo las preceptivas paradas para fotos) ya estábamos en las afueras. Ahora tocaba cruzar una inmensa llanura en la que "residían" varios miles de perros de trineo.

Los perros groenlandeses pertenecen a una de las razas más antiguas que conserva características del lobo ártico del que desciende. Está emparentado con los perros empleados por los inuits que habitan Alaska, Canadá y Siberia. Es muy resistente al frío pero, por lo que he leído, no todo son excelencias: sufre con la humedad y su carácter es poco dócil y muy difícil de educar. Pertenecen a la familia de los spitz polares, y curiosamente no ha gozado de la popularidad de algunos de sus parientes como el  Husky Siberiano o el perro de Alaska Malamute, aunque soporte las condiciones climáticas más frías de Groenlandia. Pudimos comprobar que es reservado con los extraños e increíblemente austero (esto levantó las iras de Inma, una chica apasionada de los perros que reprendió a un inuit, de forma airada, por la escasa comida que les suministraba. Obviamente, el inuit, al no enterarse de nada, no se dio por aludido). Los adultos permanecen la mayoría unidos a largas cadenas, pero los cachorros merodean libremente junto a sus progenitores.  Al igual que el resto de perros de estas latitudes, apenas ladran, sino que aúllan. Y cuando uno se animaba… todos les seguían a coro. Esto lo pudimos comprobar al subirnos a uno de los muchos trineos de madera diseminados juntos a ellos. La desaprobación fue unánime.  También se usan para la caza del oso polar. Grupos de tres o cuatro perros, azuzados por su amo, persiguen y arrinconan al oso para poder acceder a sus zonas más vulnerables. Algunos muchos son heridos de muerte, pero los otros no abandonan la presa durante horas e incluso días, olvidándose del cansancio y del hambre, hasta que llegue el cazador y pueda abatir al oso.

Tras la zona de perros, llegamos a una verde explanada en la que se alzaban varias tiendas de campaña y sobre una loma, una antigua base abandonada de helicópteros. Desde ese emplazamiento las vistas eran sobrecogedoras y al pié, un panel indicador con un mapa, el primer y único "detalle" con los visitantes que encontramos. Se ofrecían tres rutas: la roja, la amarilla y la azul. La decisión fue fácil, estábamos impacientes por llegar al glaciar, tomamos la más corta: la ruta roja.

La ruta roja transcurre por una zona que, en verano, tras el deshielo, permanece ligeramente empantanada. Esto no fue obstáculo alguno pues la "interminable" pasarela de madera construida era, para aquel lugar, toda una autopista de trekking. En un país donde no hay carreteras ni apenas caminos aquello era todo un detalle. Tras recorrerla y ver a lo lejos una cañada que bajaba al fiordo glaciar decidimos desviarnos para hacer algo muy simple, pero de lo que aún no habíamos disfrutado (exceptuando un baño de "locos" en la piscina de cubierta): tocar el agua del mar. Mientras descendíamos, un cartel de madera nos salió al paso: "Peligro Extremo: Tsunamis por desprendimientos de Icebergs del glaciar". Esto, obviamente, nos animó a continuar hacia la orilla y para alcanzarla tendríamos que hacer equilibrios sobre los cantos rodados de lo que fue la lengua de un prehistórico glaciar. Desde ese ángulo a "pié" de agua se intuía imponente, al fondo, parte de frente del glaciar. Con respecto al agua no es difícil imaginar el comentario exclamativo: ¡que fría!.

Retomar el camino, ahora ya iniciando un ligero ascenso entre formaciones rocosas graníticas, nos llevó al…éxtasis. Sin esperarlo, tras un último requiebro en la subida se mostró ante nuestros ojos el más impresionante, majestuoso, sobrecogedor y vasto paisaje que jamás pude imaginar.

No recuerdo cuanto tiempo permanecí allí, sentado, quieto, en silencio… ¿tres?, quizá cuatro horas, sin apenas pestañear, sin apenas respirar.  Mis ojos veían, mis oídos oían, la piel de mi cara sentía, mi nariz olía y en mi garganta un nudo de emoción. Todo era parte de una unidad. Un lugar perfecto (pensé) para leer el comienzo del primer libro de la Torá , del Tanaj, del Antiguo Testamento: el Génesis. Ahora, algunas semanas después, sigo viviéndolo como entonces. Espero y deseo haber quedado atrapado.

Intentaré volver a poner los pies en la tierra… y continuar con el relato del viaje. La ruta amarilla, segunda en dificultad, quedó para la tarde, luego de reponer fuerzas en el barco. Como dije con anterioridad, todo un lujo tener un barco esperándote majestuosamente en medio de aquel fiordo plagado literalmente de icebergs. En este punto procede matizar que aunque reseño las rutas en base al color del mapa, son muy escasas las indicaciones sobre el terreno, limitándose a circulitos de pintura sobre rocas destacadas en algunas prominentes colinas (recordemos que en este país no hay árboles), por lo que todo queda un poco al azar, lo que en modo alguno ha de ser interpretado como un elemento de incertidumbre: el campo visual suele ser amplio y es difícil la pérdida.

Bordeando la costa hacia el sur nos adentramos en el glaciar desde su frente formando una "U" hacia el noreste retornando finalmente hacia el pueblo. Una vez de regreso reparé en una antena de comunicaciones que salía de una pequeña casa, me acerqué un poco hasta leer un cartel de madera: ArcticTV. Posiblemente, pensé, el abuelo del individuo que manejaba aquella diminuta emisora de televisión no llegó a conocer la electricidad. De madrugada, de regreso al barco, y el sol aunque bajo, brillando entre las nubes. Esa noche sí que dormí, no se si agotado por tanto caminar o por tanta belleza.

La ruta azul, la más larga, quedó para el segundo día de Ilulissat. Partía del mismo lugar que la primera, la roja, y luego de bajar dirección suroeste, discurría en paralelo al glaciar hacia el este, subiendo y bajando continuamente. El cielo nublado, a diferencia del radiante sol del día anterior, confería un aspecto tan distinto al paisaje de hielo que, por muy raro que parezca, la sensación era de estar en un lugar completamente distinto al visitado anteriormente. Este recorrido si fue algo más duro, sobre todo teniendo en cuenta que decidimos apartarnos ligeramente de la ruta propuesta, que la lluvia hizo su aparición (no con la virulencia de Nuuk) y que los impresionantes mosquitos parecían ser expertos en atacar las escasas zonas de la cara que no iban cubiertas. Finalmente la ruta se adentraba hacia el noroeste por una lengua de un ya extinto glaciar, que luego de llevar a lo que fue el circo glaciar, entroncaba con otra lengua que llevaba a su correspondiente circo y así sucesivamente no se si en tres o cuatro glaciales "encadenados". Eso sí, todo el camino encajados entre impresionantes laderas y saltando y sorteando lo que fue el material pétreo arrancado por el hielo de las paredes de aquellas maltrechas montañas. Superada esta zona, nos encontramos con varios lagos, fruto sin duda del reciente deshielo, para posteriormente y justo antes de llegar a la ciudad por el extremo opuesto al de partida, atravesar otra "zona canina", en la que además de los estacionados trineos y omnipresentes perros de tiro, se encontraban enormes artes de pesca.

Solo nos sobraron unos minutos al final de la tarde para, junto a un supermercado, dedicarnos a la "observación" un grupo de adolescentes y verificar que si hay un segmento de edad receptivo a la globalización, sin duda, corresponde a esta "difícil" edad. Fotografiarlos sin un angular que contextualice la imagen nos permitiría adscribirlos a cualquier tribu urbana de una gran ciudad. Los logos de sus atuendos nos resultaban tan familiares como los refrescos que consumían. Un detalle: los más pequeños recogen los envases de vidrio para depositarlos en una sofisticada máquina que reintegra unas monedas. Las suficientes para adquirir un cremoso helado.

El duro momento llegó: el barco zarpaba de uno de los más bellos lugares que nunca imaginé. Nos marchábamos. Imagino que algo parecido debió sentir nuestro capitán y nos anunciaron que antes de alejarnos de JakobsHavn  íbamos a acercarnos todo lo posible al encuentro del glaciar con el mar. Dicen que la maniobra fue arriesgada, lo ignoro, pero de una cosa si estoy seguro, fue maravilloso.


LA OTRA CARA DE GROENLANDIA

No está en mi ánimo desalentar a nadie, pero a veces el ser humano olvida cuán frágiles somos en este tipo de hábitat. Me limito a literalmente transcribir el despacho de agencia aparecido en estos días en numerosos medios:

"Un helicóptero localiza a los 15 turistas desaparecidos en Groenlandia

Miércoles, 11 de agosto de 2010

COPENHAGUE (EFE) - Personal de rescate a bordo de helicópteros encontró ileso a un grupo de 15 turistas británicos y alemanes que habían desaparecido desde el martes en Illoqqortoormiut, al este de Groenlandia. Los turistas viajaban en canoa por el Fiordo Rojo cuando les sorprendió un fenómeno llamado piteraq, vientos huracanados. Los turistas habían partido con un grupo de 26 personas, pero se separaron en algún momento de la expedición. Para localizaros, los equipos emergencias desplegaron un dispositivo con helicópteros, un avión de reconocimiento y un barco. Los servicios de rescate de Groenlandia aún buscan a dos noruegos desaparecidos desde el viernes en las afueras de Kangerlussuaq, en el occidente de Groenlandia, mientras realizaban un recorrido junto a un río. A otro turista noruego, del mismo grupo, lo encontraron muerto el martes por la noche."

Fotos cedidas amablemente por Manuel Medina
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Groenlandia - Ilulissat