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Arqueología Militar. Seelow, la última batalla del Frente del Este

Muchas cruentas batallas se libraron durante la segunda guerra mundial, pero quizás la última y más desesperada tuvo lugar apenas a 1 hora en tren desde Berlín en unas pequeñas elevaciones del terreno ubicadas alrededor de la ciudad de Seelow, cercana a Frankfurt an der Oder y a la cabeza de puente en Küstrin.

Fue la última defensa alemana, una batalla desesperada por intentar volver a girar el transcurso de la historia en una contienda ya imposible de ganar, con un ejército desangrado en las vastas extensiones de Rusia y formado ya únicamente por niños y viejos que intentaron detener por unos pocos días a la gigantesca maquinaria rusa que avanzaba desde el Oder hacia Berlín.

Realizamos la visita a este lugar donde aún resuenan los ecos de una guerra terrible y cuyas huellas siguen presentes en los impenetrables bosques y en las mentes de unas personas que todavía recuerdan el horror vivido.

Si nos planteamos visitar Seelow nos encontraremos con un memorial y un museo donde la historia se hace presente a cada paso que demos. Una exposición impresionante nos mostrará toda la crudeza de la batalla y sus consecuencias, pero nosotros pretendemos ver lo que ocurrió donde nadie aún se ha preocupado por levantar monumentos, ni tiendas de helados, ni siquiera de acondicionar y borrar los rastros de la batalla.

Nuestro viaje nos llevará a Mallnow, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Seelow y de Frankfurt an der Oder, fácilmente accesible mediante el tren directo a Frankfurt y luego con el autobús que nos llevará por pintorescos paisajes donde aún quedan huellas evidentes de los años en los que Mallnow y sus alrededores pertenecían a la desaparecida República Democrática de Alemania.

Llegamos a la localidad, tras un estudio aéreo mediante Google Maps, y enseguida vemos los restos de la guerra ya que al norte del pueblo una pequeña unidad de las SS estuvo luchando hasta el final, atrincherada en unas suaves colinas, contra las múltiples oleadas de carros T34 e infantería que subían la pequeña cuesta desde la que se divisa el rio Oder.

El campo de batalla sigue como antaño con restos de metralla, trozos de uniforme pegados a los árboles, cascos oxidados, palas para las trincheras, todo sigue como si no hubiese pasado el tiempo, pero nos recuerda a cada paso que el sacrifico de una generación entera en una guerra bárbara fue el mayor desastre de la humanidad.